Atisbé con curiosidad a Víctor,
se aproximó con indiferencia hacia su novia. Lara. Asió los cabellos de la
muchacha para oprimir sus labios contra los de su novia. Aparté la mirada, no
soportaba verlo con aquella chica, no porque ella no fuera buena persona sino
porque Víctor no se la merecía; si eres idiota te mereces a una persona más
idiota de lo que eres tu. Sin embargo, Lara no quería dejarlo.
El resto de los presentes
observó la escena con el mismo interés que puse yo. La mayoría de las personas que se encontraba
en el piso eran chicas, todas vestidas con ropa muy sobresaltada y llamativa,
con sus pies vestidos por los tacones altos de colores intensos como el rojo.
En cambio, aparecieron dos chicas, una de ellas vestía una sudadera negra con
el icono inigualable de Batman; sus piernas estaban cubiertas por unos vaqueros
desgastados largos mostrando el poco aprecio que sentía hacia la ropa y vestir
de forma seductora como el resto de las presentes. El cabello de la muchacha se
mostraba corto, prácticamente lo más largo que podía tenerlo era hasta las
orejas; ondulado que se asemejaba al corte largo de un chico.
Rodé los ojos y me fijé en
Héctor, el otro chico que nos acompañaba. Se había acercado a Patricia,
plantando sus pupilas en los senos sobresalientes de aquella barbie maquillada.
Ambos charlaban y se reían de la situación de antes, pobre chica, ni siquiera
conocía su nombre. ¿Había salido ya del baño? Comencé a buscarla entre los
invitados, pero no la hallé por ningún lado.
Me dirigí al baño y allí estaba,
hundiendo su rostro en las rodillas húmedas y desnudas. Se escuchaba sus
sollozos y el dolor que se desprendía de ellos. Los sentí incrustándose en mi
pecho como si aquella tristeza también me perteneciese.
-Eh… ¿estás
bien, chica?-Pregunté aproximándome a su posición. Me senté sobre la tapa del
váter, inclinando el rostro para poder ver su cara.
-No…-contestó
sin separar su cabeza de las rótulas-… casi… me… ahogo…-Intentó pronunciar.
Alzó la mirada hacia mí, me
encontré con sus ojos verdes intensos, brillantes y almendrados como los de una
criatura preciosa. Sus cabellos castaños caían hacia los hombros, empapados y
rizándose por el contacto con el agua.
-Toma-comenté a
la vez que me desprendía de mi chaqueta, la coloqué sobre sus hombros con el
fin de poder secar el agua y sus lágrimas-, te vendrá bien ponerte algo encima.
La chica deslizó sus dedos por
los ojos, intentando enjuagar sus lágrimas con las yemas humedecidas y
arrugadas, disipadas con las gotas de agua de su cuerpo mojado. Tenía los
párpados hinchados y rojizos como si las llamaradas de un fuego hubieran
derretido su mirada intensa. Era una niña, una chica que parecía hundirse en su
propia y horrorosa tristeza solitaria; era la imagen de la soledad y la
desesperación, de la tristeza y el miedo, una niña indefensa.
-¿Cómo te
llamas?-Le pregunté inclinándome hacia ella.
-Mara…-observó
mis ojos con su mirada verde como la del amante de Lorca- ¿y tu…?
-Roberto, me
extraña que no sepas quién soy-Me reí.
Mara esbozó una sonrisa tierna,
formando y dibujando una aniñada arruga en su mejilla derecha. Era bastante
bonita, como la niña frágil que era mi hermana pequeña, el dulce ángel que
representaba la felicidad de mi madre y de mi padre, incluso mi felicidad.
Llorosa y de cristal como las muñecas de porcelana.
-Si… era por
educación-Contestó.
-Que extraño,
una persona educada-nos quedamos en silencio, mirándonos como los dos extraños
que éramos-¿vamos a buscar a tus amigas, Mara?-Le ofrecí ambas manos.
-Vale-Contestó
asiendo mis dedos con los suyos a la vez que la ayudaba a salir de la bañera.
Sin aviso rodeó mi brazo con los
suyos, temblorosa y empapando mi costado y parte de mi chaqueta. Me quedé
extrañado por aquel contacto, apenas nos conocíamos; era cierto que acudía con ella
a algunas clases pero, ¿habíamos hablado alguna vez? Ni siquiera conocía su
nombre, nos acabábamos de presentar. No contesté nada ni realicé algún
movimiento para separarla de mí. Caminé junto a Mara, escrutando con las
pupilas la figura de Víctor; continuaba introduciendo su lengua vífida entre
los labios de su novia Lara, absorbiéndola como si se tratase de una pajita.
Héctor estaba aproximándose a Patricia, pobre, no tendría posibilidades con esa
estúpida rubia artificial. Héctor era realmente feo, quizá el muchacho más
horroroso del mundo. Poseía una nariz plana y aplastada contra la boca, los
labios carnosos y agrietados como el cristal cuando se resquebraja; además de
eso, su cuerpo era extraño, estaba bastante bien de físico sin embargo, no era
totalmente proporcional. Bajito y de caderas anchas y espalda estrecha como los
callejones y ni de que hablar de su grasiento y enmarañado cabello rubio.
Patricia no parecía decirle nada
interesante, bueno ni a él ni a nadie. Patricia solo estaba en el mundo para
follar con nosotros, para dejarnos su cuerpo y sus tetas. Y si, era divertido
pero terminaba cansando ya tantas veces.
Súbitamente, apareció María.
Recelosa, miró de reojo a Patricia. Mara le dedicó el ceño fruncido y las cejas
desplazándose hacia abajo. En ese momento de tensión decidí desprenderme de
Mara y aproximarme a Víctor para decirle algo. Aunque ¿qué le podría decir? Si
le decía algo sería capaz de golpearme la cara y creo que soy el único de los
tres que no ha sufrido daños (a lo largo de su vida) en el rostro. Atisbé a
Mara y María, dirigiéndose hacia el pasillo donde se encontraba la habitación
de María. A partir de ahí, di pasos hacia Víctor. Me estaba estudiando con una
expresión semejante al desagrado, casi se confundía con un asco intenso.
-¿Tío, que coño
hacías con esa cosa?-Preguntó sin dejar de aferrar el trasero de Lara.
-Víctor… te has
pasado un poco…
-¡Venga ya! ¿Tu
te oyes? Pareces un pringao’… anda vámonos a la feria ya.
-No, eres
gilipollas.
Me giré sobre mis talones para
marcharme de aquella habitación. En cambio, Héctor se colocó delante de mí,
mostrándome sus dientes amarillentos y con peste a marihuana.
-Venga Rober,
vamos que debe de haber unas pivitas to’ buenorras en las atracciones; además
seguro que las tetas les revotan al…
-Vale tío-lo
paré antes de que se pusiera cachondo-, no quiero irme con vosotros ni de coña
estoy harto…
-¿Harto de
qué?-intervino Víctor-¿de parecer un pardillo por no salir con nosotros? Anda
ya. Rober, te vienes y punto.
No me atreví a contestar nada
más. Sin embargo, mis puños querían golpear su precioso rostro. Su novia lo
observaba con preocupación, la verdad es que Lara no hacía nada por detener los
actos de su novio. Cuando la conocía ella era la rebelión, la que siempre daba
las órdenes y se mostraba fuerte como una amazona; pero, llegó Víctor.
-Bueno… voy a
por mi chaqueta…
La mayoría de la gente hizo caso
a lo que dijo Víctor, ir a la feria. Yo caminé hacia donde se encontraría Mara.
Comencé a escuchar su conversación con María, parecía tan disgustada por lo que
había sucedido. Yo no comprendía porqué Víctor causaba tanto terror a todo el
mundo, seguro que era un cagón en el fondo pero ¿quién podría enfrentarse a él?
Ni los adultos eran capaces, era tan imbécil. Y yo siendo su amigo, pero bueno,
desde que éramos niños. Siempre nos peleábamos por chorradas y acabábamos
golpeándonos las pelotas con las puntas de las deportivas.
Me asomé y vi que Mara se había
cambiado de ropa, llevaba un chandal de María de color veis y sudadera morada.
Ambas se encontraban sentadas en el colchón de la cama, respirando Mara con
dificultad entre sollozos.
-Yo, Mara… lo
siento… no volverá a ocurrir, de verdad… -Se disculpó María.
-Pero…-se le
quebraba la garganta-yo… ¿qué he… hecho? Quiero irme a… mi… casa…
-¿Y Ana qué?
Llevamos mucho tiempo sin verla y…
-¡¿Tu te crees
que estoy para ferias y fiestas, María? Me siento como una mierda…!
-Va…vale,
entonces la llamaré.
María se levantó de la cama para
coger su teléfono móvil. Sus pupilas se encontraron con mi presencia.
-¿Tu no te vas a
la feria?-Mara se giró con el rostro hinchado y rojizo.
-Eh… venía a por
mi chaqueta.
Mara la aferró son sus dedos
lacrimosos y me la lanzó. La agarré al vuelo y me despedí de ellas dos. Me
marché, la habitación volvía a estar vacía, acompañada de los despojos de
mierda de la gente que acudió, vasos de plástico, botellas vacías de alcohol y
el silencio nocturno acompañado de los sinuosos sollozos de Mara. Tenía que
haber hecho algo contra Víctor, estaba empezando a hartarme de él. Aunque,
quizá solo estaba así por causa del porro que se fumó antes. No lo sabía. Ya
daba igual, Mara había sufrido el baño violento por parte de Víctor.
Salí a la calle, sintiendo el
frescor del último verano en Cuenca de este año. Súbitamente, comenzó a vibrar
mi teléfono móvil. Lo saqué del bolsillo y me percaté de la fotografía que
aparecía, anunciándome al sujeto que intentaba acceder a mí. Una mujer,
preciosa, casi rozando el último periodo de su adulta edad; cubriendo su cráneo
con un pañuelo de colores y dibujos infantiles. Poseía una sonrisa dulce,
amable y tan cansada como su cuerpo y su alma. Mi madre. Era el ser más
maravilloso del planeta y dejaría de serlo.
-Dime…No
mamá…Estoy bien-mi madre me preguntó de nuevo-…que si, que no haré nada
extraño… mamá déjalo ya anda…
-Mira hijo-me
respondió helándome la sangre, a través del móvil-, se que soy pesada pero es
por tu bien… yo se que no eres malo y mucho menos tonto pero te juntas con
gente muy estúpida y no creo que sea bueno para ti. Antes leías más, y
escribías poesía ¿por qué no me escribes alguna?
Pues tenías razón. Al final le vamos a tener que coger cariño al tontaina de Roberto....
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