Me
pregunto si seré capaz de narrar en este capítulo todo lo que sucedió aquella noche acumulando
rápidos flashes de momentos difusos, sin que se desvíe de la realidad porque lo
que pasó fue de vital importancia y yo estaba ahí… Yo… Yo solo recuerdo las lagunas
junto a las que abrí los ojos la mañana siguiente, las cuales se han ido
extendiendo como el aceite durante estos largos años que ya he dejado atrás y
que no hay cosa que más desee que acaben ya expandiéndose por todo mi cerebro.
Creedme si os digo que se trata de algo horrible la sensación de culpabilidad
de algo que tú fuiste participe y no poder recordar ni siquiera tu presencia en
aquel lugar, hora, minuto y segundo. En fin, comenzaré por dónde lo abandoné e
insisto que cada vez el texto se irá llenando de incoherencias. Espero vuestra
comprensión.
-
¡Pero Mamá que ella no pinta nada esta
noche!
-
¿No es una fiesta con todos los de tu
curso? Daniela es de tu curso así que ya estás siendo un poquito más amable, no
creo que te haya educado así de mal.
-
Creo que no entiendes ni una sola
palabra de lo que te estoy diciendo. Ya no se trata que me avergüence salir con
ella toda la miserable noche y que me relacionen con ella por si es lo que
estás pensando. Esta chica no quiere saber nada de nosotras, hasta pienso que
le repugnamos. ¿No has visto cómo ha reaccionado cuando la he tocado? ¡Ni qué fuera
a contagiarle la lepra por Dios!
Madre
e hija discutían al otro lado de la puerta del dormitorio. Era inevitable
escuchar cada una de las cosas que se reprochaban ya que aunque intentaran
hablar susurrando, lo hacían gritando con voz ronca. Daniela continuaba en el
salón leyendo un libro que le había llamado la atención de una estantería
frente la mesa, mientras todos tomábamos helado de vainilla. Sin decir nada se
levantó y se sentó en el sofá con el mismo confort con el que una se sentiría
en su propia casa. Nadie dijo nada, todos lo dejamos pasar porque captamos que
quería estar y a la vez no allí, que la
tratásemos como a un mero gato callejero. Todo esto me estaba resultando muy
extraño. Pasase por donde pasase desprendía un aurea digna de un misterio
milenario y una fragilidad fortificada sobre unos cimientos de puro hormigón
inamovible, a prueba de los mayores fenómenos naturales.
-
He dicho que esta noche no te despegarás
de ella en ningún momento, ¡y sanseacabó! Se trata una chica que necesita un
impulsito para conseguir socializar y si nadie se pone su granito de arena,
acabará deprimida preguntándose la pobre qué ha hecho mal. Por favor no me
hagas quedar mal…
-
O sea que esto no lo haces porque tienes
alma caritativa, ¿con quién tienes que quedar bien? ¿Ante Laura? ¿Qué tiene que
ver ella con todo esto? - Fue ascendiendo la voz conforme iba hablando, hasta
acabar con un gritito ahogado.
-
Hija, ni siquiera deberías replantearte
algo así, tan solo dale una oportunidad…
-
Mira vale, no tengo tiempo para
continuar esta discusión que no llega a ninguna parte, nos cambiamos y nos
vamos con Daniela.- Tajó abriendo la puerta con violencia y pegó un portazo.
Ana
levantó los brazos, puso los ojos en blanco y resopló vencida.
-
Tranquila. Es solo una noche.- Intenté
tranquilizarla incorporándome del colchón.
-
Es nuestra primera noche después de
tanto juntas. Se suponía que iba a ser más especial.
-
Y lo va a ser.- Repuse.
-
Venga, vale, démonos prisa, a mi amiga
Mara se la han liado y necesita asistencia sentimental inmediata.-
Abrió
su enorme armario de madera de material parecido a la madera de roble con
apariencia bien pulida y suave, y como si tratase de una policía de tráfico,
con la mano hizo señas para que me acercara.
-
Tú eliges.- Se ofreció expandiendo sus brazos.
A
decir verdad, su guardarropa no brillaba por su gran variedad de contenido, había
repetidos pantalones vaqueros rotos,
camisetas negras, alguna que otra de colores más vivos pero eran con motivos de
series, pelis o libros. En definitiva, nada para salir de fiesta. No supe cómo
reaccionar. Apurada, me giré a ella despacio y amagando una sonrisa amable le
pedí ayuda encogiéndome de brazos. Ella captó mi mensaje y negó con la cabeza
como diciendo: “Me decepcionas”
Pronto
recordé la guarida secreta donde llevábamos todas nuestras investigaciones, a
la cual se accedía atravesando el armario. Ana se metió corriendo, dándole
igual si con su violento impulso derramaba las perchas. La seguí por detrás,
retirando de mi camino la ropa, a diferencia de ella, con la delicadeza con la
que Blancanieves trataba la espesura de los bosques. Ana me esperó en el fondo,
señaló a la diminuta abertura del armario dibujada en la pared.
-
Tú primera.- Me pidió.
Me
agaché y reviví la claustrofobia que siempre me propinaba aquel acceso y esa
vez con más fuerza pues había crecido. Más que estar de rodillas, en cierto
punto tuve que tumbarme para poder sentir algo de aire correr por encima de mi
cuerpo. Eso relajó un poco mis músculos ayudándome a avanzar con más agilidad.
Llegué al final y aun no sintiéndome aliviada por la infinita oscuridad que
invadía la sala, encendí la luz bajando una enmohecida cuerda que pendía del
techo. Todo había cambiado allí. El viejo diván rojo donde desparramábamos nuestros
papeles llenos de planes revolucionarios habían sido sustituidos por una mesa
llena de papeles que seguro no tenían nada que ver con algo que se saliera de
la monotonía y cada rincón de la sala rectangular ya no reposaban cajas y cajas
llenas de muñecos o muñecas; rebosaban
pilas desorganizadas de cacharros viejos con los que siempre se guarda la esperanza de que
algún día, uno de ellos te será útil. Aunque la única utilidad que fui capaz de
darle fu la de llevar ahí a alguien que te cae mal y empujarlo a la selva de
oxido.
Ana
traspasó sin ningún esfuerzo la puerta y se incorporó de un salto. Me agarró la
mano y me llevó apresurada hasta un armario que había pasado desapercibido de
mi oteo general. ¡Já! ¿Un armario dentro de un armario? ¡Viva la originalidad!
-
Las apariencias engañan a veces. No te
quedes solo con la primera idea sin primero intentar conocerla mejor.
Profundiza.- Abrió el armario, más grande aun que el armario principal.-
¡Taraaaaaaaaaaa!
-
Uau, uau, uau, uau, uau… ¿Tía, todo esto
es tuyo? Ni que fueras influencer.-Bromeé.
-
El caso es que sí. Algo así. No gano
mucho dinero con los vídeos que subo, pero las marcas me envían cositas para
probarme y darles publicidad.
-
No te creo. Te estás cachondeando de mí.
-
Qué sí. O sea con el sí es que no estoy
tomándote el pelo.- Se justificó rápida.
Me
quedé anonadada. ¿Cómo no me había enterado antes?
-
JOJOJO.- Reí lujuriosa ante esa sorpresa
y tanta belleza frente a mí.- Tienes que decirme cómo se llama tu canal, las
direcciones de tus redes sociales y si ya te muestras muy generosa… ¿Podría
hacerme una foto contigo? Y dejarme
Se
río de una forma tan natural que me agradó y devolvió la esperanza de que
consiguiésemos volver a ser hermanas perdidas. Contemplé la deslumbrante y
planchada ropa que colgaba, no obstante no alcanzaba concentrarme en la
decisión de ropa, porque me acababa de dar cuenta que desde el minuto cero no
paraba de comparar el pasado y el presente, algo que mi madre siempre me
desaconsejaba ya que podría dar resultados destructivos y no quería que eso
sucediera, que cada cosa que hiciera junto a Ana recurriera a los recuerdos de
algo sentido, quedaría en la pasada complacencia y no avanzaría en continuar o
progresar en nuestra historia.
-
¿Clara? Date prisa que no llegamos.- Me
apresuró sin darme cuenta de que se
había separado de mi, a mis espaldas.
Ana
brincaba mientras se quitaba los pantalones y las deportivas, quedándose en ropa
interior. Cuando se fue a quitar la camiseta, me giré avergonzada. Pensar que a
mis espaldas ella estaba desnuda, deslizando sobre su piel el suave vestido de
seda azul marino… Me deshice de esos pensamientos, maldiciendo mi poca
capacidad de concentración y disimulo, cogí un vestido parecido al de ella de
lentejuelas grises y un tanto más corto. Ahora me tocaba a mí desvestirme y
agradecí más que nunca haber nacido mujer. Cuan más rápido lo hiciera y con los
ojos cerrados, menos duraría aquel vergonzoso momento, como cuando tomaba
medicinas de niña. El inconveniente es que vestirse a ciegas es imposible.
-
Si quieres me doy la vuelta.- Seis de
las siete cosas que me decía eran propuestas, seguía abrumada con su
amabilidad.
-
¡No, no, no, no, no! ¿Qué más da?
¿verdad?- Tragué fuerte saliva y recogí todo el coraje que revoloteaba por mi
corazón.
Si
vamos a ser amigas, esto debe ser algo natural.
Me
bajo los shorts, levantando primero un pie y luego otro. Su mirada apuntaba sin
templar a mis largas piernas morenas, con un notable aire a deseo y a la vez
indiferencia que me descolocó. Luego agarré el top y lo subí poco a poco, pues
no quería perderme ningún cambio de reacción en su rostro. Necesitaba hallar
una pista para saber cómo irá dirigida nuestra relación. O siendo sincera,
dejando atrás el cinismo, ansiaba toparme con una pista de chispa de deseo
mutuo. Cuando el ribete llega a la altura de mi vista ralenticé aun más mis
movimientos antes perderme entre la prenda veraniega. Resurjo de una oscuridad
para encontrarme unos labios frescos sobre los míos y manos subiendo y bajando
por mis muslos y espalda, ascendiendo a la velocidad necesaria para llegar con
rapidez a un destino deseado, sin prisa. Me dejé llevar, intercambiando los
papeles a la Ana de hacía unas horas. Conteniendo mis impulsos por viajar por
su piel pero… ¿Cómo aguantó tal suplicio? Negué el no aprovechar el momento,
estaba renegando a mis extremidades cumplir su sueño, me dejé sucumbir y la
aferré aprisonandola por los omoplatos con la derecha y por los glúteos con la
izquierda, empaquetando al vacio dos universos que explotaban cuando se
separaban unos milímetros.
La
puerta de la habitación de Ana se abrió sin que nadie dijese nada. Nos
separamos bruscamente, anhelando más con un gemido unánime. Si se tratara de
Tara, ya lo hubiera avisado con su voz penetrante e infantil y un vez dentro
hubiera seguido anunciando su presencia. Ana arrastró una televisión de culo
prominente a la puerta pequeña atascándola.
-
¿Quién es?- Preguntó gritando con una
mezcla amable e insegura, temblándole.
Aguardamos
a una respuesta un instante del que solo recibimos el sonido sordo del silencio
y yo vistiéndome y colocándome unas manoletinas a presión.
-
Seguro que es Daniela.- Susurré lo más
bajo que pude. Ella asintió, corroborando mi teoría.
-
¡¿Eres tú Daniela?!- Insistió.
La
puerta baja a la guarida sonó, con dos toques seguros. Ana saltó pegando un
chillido asustadizo, me contagió pero me ayudó ese impulso involuntario a
encajar mi pie en la odiosa manoletina. Movió de nuevo la tele y abrió la
puerta. De inmediato surgió Daniela, observándonos curiosa. La saludé y
pregunté si estaba lista. Esta asintió, palpándose en ella un extremado
nerviosismo por su forma de entrelazar sus esqueléticos brazos con tanta fuerza
que daba cosa mirarla, parecía que se iban a partir con la misma facilidad que
dos ramitas.
-
¡Pues vámonos chicas! ¡La noche es joven
como nosotras!- Exclamó Ana con un fingido entusiasmo.
*
Nada
más salir del edificio de Ana, una fuerte oleada de calor nos obligó a
quejarnos molestas por su comportamiento poco misericordioso, rezándole al
invierno su pronta llegada, la cual en el fondo comprendo se haga de rogar pues
es una estación resentida y también aliada del verano por hartarse de que en su
aparición nos quejemos de su forma de ser cuando fuimos todos y todas quién la
aclamábamos deseosos por la bajada de temperaturas. Descendimos la calle por
una estrecha calzada por la cual había casi que pegarse a las paredes cuando
pasaban los coches por si los rozábamos.
Giramos hacia la derecha, teniendo frente a nosotras visible la calle
peatonal más transcurrida de toda la ciudad, Carretería. Me dijo mi madre que
había muchos cambios como tiendas nuevas en esa calle y me mataba la curiosidad
por verlos, en general visitar Cuenca entera, sin embargo, justo antes de
llegar, torcimos a la derecha, atravesando la calle contrapuesta, una más sucia
y con edificios mal iluminados, llamada Calle Colón. Ana aseguró que por ahí se
llegaba más rápido. No rechisté aunque en mi interior dudaba sus afirmaciones,
se tardaría un minuto más como mucho. Aun así, entiendo que se meta tanta
prisa, esa amiga suya estaba en problemas. El camino hacia Cuatro Caminos resultó
ligero, como cualquiera en esta pequeña localidad, y cargado por un tenso silencio. Daniela no
seguía nuestro ritmo. Serena se distraía cien metros detrás nuestra con
cualquier cartel o escaparate, dando igual si anunciaban una feria en Talavera
de la Reina de salchichas alemanas, le resultaba razón suficiente para
detenerse y leer todos los detalles. Supuse que actuaba de esa forma tan
extraña para hallar excusa de no estar cerca de nosotras. Llegamos a una acera
de Cuatro Caminos, esperamos a que el semáforo se pusiera en verde y cruzamos para detenernos a esperar a sus
amigas en el portal del centro comercial. Pasaron diez minutos y nos extrañó su
tardanza. Ana llamó a Mara preocupada y de pronto, de las puertas electrónicas,
apareció dos figuras femeninas. Una de ellas, la más baja y guapa, se retorcía
de la risa tratando de recitar lo paradójico de la situación ya que ellas nos
esperaban dentro y nosotras fuera, y la otra en cambio, la más corpulenta y
rellenita, supuse que esa era Mara, la
princesa que ha de ser salvada ya que tenía los hombros caídos. Ana y María se
dieron un largo y profundo abrazo, repitiéndose sin cansarse que se habían
echado mucho de menos estas vacaciones. Daniela y yo aguardábamos a un lado
tímidas. No sabía si presentarme o si Ana lo haría, así que permanecí a un lado
con la cabeza gacha.
-
Esta es Clara, chicas. Clara, estas son
Mara y María.-
-
Ana me ha hablado mucho de ti.- Dijo
María siendo la primera en darme dos besos.
- Entonces seguro que me ha puesto verde.-
Bromeé un tanto nerviosa para conseguir partir una relación con ella, me pareció
maja.
Ella
asintió achinando los ojos. Me acerqué a Mara, asumiendo que no me quedara con
la primera impresión pues como me había parecido oír, la habían ridiculizado en
una fiesta y se sentiría si no irritable, desganada.
-
Encantada.- Le digo cuando la aplasto
contra mi cuerpo. Se me da muy mal controlar mis fuerzas.
De
forma sorprendente ella me correspondió, presionando y al separarnos me acarició
el brazo. Hicimos un corro todas y decidieron qué hacer a continuación.
-
Se ha trasladado la fiesta de clase a
casa de Víctor. Podríamos ir, tiene que estar muy guay.- Dijo María quedándose
muy tranquila.
Mara,
incrédula, le dedicó una mirada cargada de odio y resentimiento, mensaje fácil
de que creo que no captó porque cuando Ana irrumpió proponiendo que fueran a la
feria y luego a algún pub, María siguió insistiendo en su plan, asegurando que
iba a ser un desfase y que el pedo que se iban a pegar ahí iba a ser
inolvidable.
-
¿Eres cortita o algo?- Se le escapó a
Ana. Cuando se dio cuenta de su atrevimiento continuo sin recelos, ya que había
comenzado, acabaría por lo alto- Si
apreciaras un poquito a Mara, ni se te pasaría por la cabeza mencionar la maldita
fiesta y menos, después insistir. Además es que me parece increíble este
interés repentino por irte de fiesta con todos esos bípedos, cuando llevamos
desde que pisamos el Instituto por primera vez criticándolos. Es más, apuesto
mi ojo derecho a que ayudaste a Mara cuando todos se fueron por miedo a su
rechazo también. ¿Crees que tu vida social puede cambiar si te pones a lamerles
el culo ahora? JÁ.
Mara
rompió a llorar, Ana acudió a ella repitiendole que todo iría bien, que lo iban
a pasar bien, María se dedicó a cotillear a otros grupos que también tenían
como punto de quedada Cuatro Caminos, Daniela tatareaba una canción mientras se
bizcaban sus ojos concentrados en un punto incierto y yo deseé que la tierra me
tragara.
-
Porque hayan cuatro capullos en esa
clase no debemos remilgarnos y dejar ir de fiesta, en definitiva vivir la vida.
Conseguirían lo que quieren. Somos cinco, supongo que si se meten con alguna de
nosotras nos defenderemos, ¿no?- Me impulso a decir eso por la incomodidad.
Temí que Ana se lo tomara como con María y recé todo lo que supe.
-
Ti-ti-tienes razón.- Contestó Mara entre
hipidos.- Es má-ás, se se se me ha ocurrido un plan de venganza.-
Ana
se relamió los labios y gritó orgullosa propinándole repetidas palmaditas en la
espalda:
-
¡Esa es mi chica!
-
Acercaos.
*
El
jardín de Víctor estaba infestado de vasos medio vacíos con ese culete agrio de alcohol que siempre
sobraba. En la puerta del chalet, dos centinelas tonteaban charlando, la chica
con un tono infantil y el chico comportándose con esa superioridad fingida que
tomaría un caballero de la Edad Media. La música sonaba atronadora de dentro de
la casa, que parecía votar al son del movido tempo. Nos buscamos a través del
espejo retrovisor y asentimos sellando el acuerdo. Abrimos las puertas del
coche, atravesamos el jardín y entramos yo en cabeza, portando un aire digno,
como si fuera a comerme el mundo. Analicé la casa, formada por dos pisos. El
primero tenía en el centro una cocina con una barra metálica rodeándola, un
somier, una tele de plasma y dos baños en cada extremo de la sala. Para acceder
a la segunda planta, había que subir por unas escaleras de caracol, las cuales
el transito se veía dificultado otra vez por los vasos. Oteé a todas las
personas cercanas y no tardé en localizar a
Víctor, arrimándose a un amigo suyo, que si no creía recordar mal por las fotos
que me habían mostrado antes en el móvil de Mara, se llamaba Héctor, el cual le
siguió el royo chocando su pubis con el de él mientras bajaban lentamente al
suelo.
Nos
dispersamos, menos Daniela que se quedó sentada sobre un radiador, cada una
hacia a su cometido.
Yo
me dirigí hacia Víctor, que le gritaba al oído a su compañero de perreo lo
putísimo amo que era. Lo agarré por un tirante con arrecio mostrándole un
carácter diáfano de posesividad.
-
¡¿Perdona eres Víctor?! - Él asintió divertido
tomándome por el trasero y comienzando a bailar un vals conmigo. Permití que lo hiciera pese a mis ganas de pegarle una patada en las pelotas. Situó mi boca sobre su
oído.- Voy a ser la nueva de vuestra clase y la verdad es que detesto esta
sensación de novata…-¿Me ayudas a…- Le metí una mano bajo los pantalones-
quitarme esa sensación?
En
cuanto nota mi mano acariciar esos pelos de bello púbico nacientes de después
de una reciente depilación, se endereza y asustado miró a todos lados,
comprobando que su novia Lara no estuviera cerca.
-
Sígueme.- Me guiña el ojo.
Víctor
se metió tras la barra, sacó una botella de vino y me llevó de la mano hasta su
habitación en la planta superior. Giró el picaporte de su habitación, reprimí
un carcajada victoriosa al pensar en cómo mis amigas, al otro lado, se
preparaban para acecharlo y atarlo a la cama, donde ya se nos ocurriría qué
hacer con él. Sin embargo, nadie estaba allí. El pánico invadió mi cuerpo, nublando
mi vista y haciéndome temblar. Caí rendida al suelo, producto de una
incomprensible flojera que no me permitía mover ningún músculo. Mis llantos y
súplicas se quedaron atascados en la garganta, obstruyendo el paso del aire.
Me ahogaba.
Perdí
la vista, todo era oscuro.
Cargó conmigo hasta soltarme sobre una cama sin ningún cuidado, pues revoté en el
borde y mi cabeza se chocó contra el pico de una mesita.
Un
agudo pitido penetró mis sienes como una taladradora.
Vomité.
Sus
manos desgarraron el vestido, creí percibir una risa.
Volví
a caer sobre la cama.
Aferrándose
a mis senos, me penetró, cabalgándome con violencia.
Recé
a Dios desde el inframundo.
El
demonio interceptó mi replica e inyectó su ácido sobre mi oreja:
-
“No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su
favor —le dijo el ángel—. Quedarás encinta y darás a luz
un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él
será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el
trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no
tendrá fin.”
Venga!!!! Hasta luego!!! Mucho bípedo leo ahí....que final de mierda es ese!!!!....espero que Moni, nos descubra que no ha pasado, que ha sido un mal sueño, que esa venganza no ha terminado así....
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